martes, 25 de febrero de 2014
Don Ferruco de Guadalajara
Don Ferruco era un tipo muy original y popular. Tenía alrededor de cuarenta años y es conocido ya que transitó las calles de Guadalajara llamando la atención de cuantos se encontraban con él. Casi nadie sabía su verdadero nombre y todo el mundo lo designaba con el apodo que le pusieron desde que vino a Guadalajara: “Ferruco”.
Algunos viejos atribuyen el apodo a un grupo de muchachos ociosos del apartado barrio del Jicamal, mientras que otros aseguran que fue su suegra. Cuando comenzó a usar bastón el pueblo tapatío le regaló el titulo de “Don”, en un pergamino.
En cuanto al verdadero nombre del personaje en cuestión, hay diversas versiones: el vocablo “Ferruco” es, para unos, un diminutivo del nombre de Francisco; para otros, no es más que una corrupción del nombre de Fernando; sin embargo, para aquellos que no están conformes con que él se haya llamado Francisco o Fernando, el vocablo “Ferruco” es un nombre arbitrario, un apodo. A todos estos nombres hay que agregar el de Rosalío, con el cual lo llamaban algunos conocidos suyos.
En los periódicos y hojas sueltas de caricaturas publicadas anualmente en esta ciudad, con motivo del Día de Finados, muchas veces figuró el nombre de Don Ferruco entre los muertos por los caricaturistas.
En una de las cartas de la popular y divertida lotería, que editó la casa “Loreto y Ancira” y en los escaparates de algunas tiendas, se exhibían curiosas tarjetas postales con diversos retratos de don Ferruco. Éste es el retrato que se conoce más parecido al original.
Don Ferruco nunca habló, ya que era sordomudo de nacimiento. Fue miembro de una numerosa familia de sordomudos de apellido Jaso y originario de las barrancas de Atenquique, según unos, o de las haciendas de San Vicente en jurisdicción de Tamazula, según otros. Ferruco se crió en Tonnia, Jalisco, vivió sucesivamente en las ciudades de Zapotlán el Grande, Sayula y en las haciendas de Huexcalapa y Santa Cruz del Cortijo, donde era muy querido por los empleados por ser hombre de muy buen corazón, de una conducta intachable y porque a todos se mostraba de buen humor y dispuesto a sufrir con paciencia las travesuras de los demás.
La suerte se mostró a “Ferruco” demasiado propicia: protegido por una acaudalada familia de esta ciudad, no tuvo que preocuparse por su propia subsistencia: ni alimentos, ni vestido, ni habitación llegaron a faltarle desde entonces.
Con singular confianza entraba en los establecimientos mercantiles de mayor importancia, a conversar a señas con los dependientes y pedirles alguna prenda de ropa que él siempre sabía utilizar, aunque fuera una cosa enteramente pasada de moda o impropia de su edad y condición. A veces se le daban en calidad de anuncio, algunas cosas nuevas y en buen estado.
Rara vez faltaba los domingos al paseo de los portales y casi todos los días se presentaba en la Plaza de Armas, a “flechar” a cuantas muchachas bonitas concurrían al expresado jardín, se divertía en los cines sin necesidad de boleto, ocupaba siempre uno de los mejores lugares en catedral, en puestos de agua fresca le regalaban vasos de “tepache” (dándose por bien pagadas a las vendedoras con el rato de diversión que el buen sordomudo les proporcionaba), los peluqueros generalmente lo afeitaban gratis y lo mismo sucedía en los tranvías sin que los conductores le obligaran a bajar.
Pasó sus últimos días en el hospital de San Camilo, pensionado por la familia Fernández del Valle.
Leyenda del Cuartel marciano en Tampico
Hay una leyenda urbana que cada dia cobra más credibilidad entre los tampiqueños, se dice que frente a la playa de Miramar existe una base de ovnis, hay testimonios de barcos camaroneros y trabajadores de los buques mercantes ellos comentan en los muelles que han visto salir del océano naves extraterrestres, muchos deducen ese motivo por el cual Tampico esta exento de los fenomenos naturales.
Esta historia surgió a finales de los 90´s, en el enorme boom del estudio de lo sobre natural, la fascinación de los Objetos Voladores no Identificados como naves extraterrestes, y la sobre exposición de estas teorías en la televisión.
En los recientes días, el meteoro Ingrid cambió de último minuto su ruta se fue hacia el centro de Tamaulipas, causando graves afectaciones allá. Incluso se partió en dos y Tampico, quedó curiosamente en medio, con un clima soleado y reafirmó su postura de área neutral.
La tarde del domingo lo único que inunda a Tampico fue la red social con memes de los marcianos liberando la batalla contra Ingrid, y rescatando al sur tamaulipeco del “inminente” disturbio natural. Un día después desquiciaron las lluvias, pero nada más.
El último huracán fue Keith, en 2000, y han pasado estragos importantes, pero sin dudo el recuerdo está en el único que ha dañado gravemente a la ciudad, Hilda, en la década de los 50´s, y que este 19 de septiembre cumple 58 años de su paso.
Ese hecho está documentado, y cada septiembre la ciudad recuerda cuando sus edificaciones históricas contaron en viva imagen la crónica de la inundación, cambiando la postal turística por la dramática.
Las lanchas frente al "edificio de la luz"; la aduana media viva; los mercados cual buzos; el río sin bordes.
Ese temor vive post generacionalmente en los residentes de la zona, rodeada de ríos y lagunas, esperando protagonizar la segunda parte del “hildazo”.
Quizás por ese motivo, es la fascinación de creer en una historia de suerte y poder extraterreste que escogió a las huasteca tamaulipeca como área divina, cual Huitzilopochtli los canalizara en busca de una señal divina.
Hoy, les puedo asegurar que hay gente que en verdad piensa que una base extraterrestre cuida de los surtamaulipecos, mientras a algunos cientos de kilómetros sobre el Atlántico, otra tormenta tropical amenaza con visitar la “blindada” playa de Miramar. Y mientras tanto habrá que enseñarles como bloquear las avenidas de ríos del centro del país y del altiplano, que provocan inundaciones.
Las imágenes en varios estados, principalmente en Guerrero, son desgarradoras. La naturaleza no perdona su condición de amo. Eso le recuerda a las zonas, como Tampico, que son vulnerables por su condición geográfica, y que como otras muchas cosas, creer en algo, aunque sea extraterrestres, da un poco de esperanza.
Lo único es esperar que las autoridades no se crean tanta ficción, ya que en una lluvia menor, que por cierto desquició y derribó por horas la economía de la ciudad, les demostró nuevamente que no están preparados contra la madre - poderosa y terrenal - naturaleza.
Fuentes: http://blogs.milenio.com/node/5029
http://www.hoytamaulipas.net/notas/36883/Los-ovnis-nos-han-salvado.html
lunes, 17 de febrero de 2014
Leyenda del Panteón de Dolores, México
Por Héctor de Mauleón
He vuelto, después de mucho tiempo de no hacerlo, al viejo y misterioso
panteón de Dolores. La historiadora Ethel Herrera sostiene que no hay
habitante de la ciudad de México que no tenga un familiar o un conocido
enterrado ahí.
En los domingos de otro mundo mi abuelo paterno me llevaba a visitar la
tumba de su hermana, muerta durante la infancia: había tumbas con fechas
lejanísimas, 1878, 1891, y un cortejo impresionante de figuras
mortuorias: ángeles desconsolados que se inclinaban sobre los sepulcros,
mujeres de piedra con las manos en los ojos, en actitud de llanto.
Había árboles que se doblaban de viejos, un silencio que yo creo que no
volvió a existir jamás, y muchas tumbas olvidadas, mordisqueadas por el
tiempo, en las que ya era imposible leer los nombres inscritos en las
lápidas.
Una leyenda afirma que el panteón de Dolores lleva ese nombre porque
perteneció a Dolores Gayosso, una dama acomodada del siglo XIX que
compró 702 mil 244 metros cuadrados del antiguo rancho Coscacoaco, para
fundar ahí uno de los primeros cementerios que, después de las Leyes de
Reforma, no estuvieron controlados por el clero.
La misma leyenda afirma que Dolores Gayosso tuvo la mala fortuna de
morir apenas firmadas las escrituras, y por tanto disfrutó del extraño
privilegio de convertirse en la primera persona inhumada en ese sitio.
Según ese relato, a la muerte de Dolores, su hijo Eusebio descubrió las
dificultades que entonces había en México para enterrar a alguien —ir a
la carpintería por una caja, a la florería por unos ramos, y luego
llevar todo en un carretón jalado por mulas hasta la casa del difunto,
para dar comienzo al velorio—, así que decidió fundar la célebre agencia
encargada de dar, hasta la fecha, tal servicio.
La realidad es que el cementerio lleva el nombre de Dolores porque se
ubica en una parte del rancho Coscacoaco que se llamaba “la Tabla de
Dolores” —“tabla”, en la época colonial, era el sitio donde se vendía la
carne destazada de las reses—; y que contra las afirmaciones de la
vieja leyenda, la primera persona inhumada en ese sitio fue el general
Eusebio Gayosso, y no su esposa Dolores.
En 1871, el cementerio general de la ciudad, el antiguo panteón del
Campo Florido, que se ubicaba en nuestra actual colonia Doctores, fue
clausurado debido a su insalubridad (construido sobre chinampas, la
mayor parte del año estaba anegado). Tres años más tarde, un empresario
llamado Juan Manuel Benfield —yerno de Dolores Gayosso—, solicitó una
concesión para abrir en la “Tabla de Dolores” un panteón civil.
El cementerio fue inaugurado en 1875: muchos de los muertos enterrados
en Campo Florido —entre ellos, el poeta Manuel Acuña— fueron exhumados y
llevados al nuevo cementerio. Las tumbas de primera clase costaban 85
pesos; las de quinta, sólo cinco.
Benfield ofreció al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada que en el
mejor lugar del cementerio abriría un lugar de honor “para erigir los
monumentos destinados a guardar los restos o a perpetuar la memoria de
hombres ilustres a quienes se hubiese decretado o se decretaren honores
póstumos”. De ese modo se creó la Rotonda de las Personas Ilustres, que a
pesar de lo ridículo de su nombre es el sitio más curioso y atractivo
del cementerio.
Lerdo aceptó la proposición, y en 1876 envió los cadáveres del teniente
coronel Pedro Lechetipía y del general Diódoro Corella: los primeros
ocupantes de la rotonda habían muerto defendiendo el lerdismo, contra la
rebelión de Tuxtepec, encabezada por Porfirio Díaz. Dicha decisión,
eminentemente política, desató fuertes críticas contra el gobierno de
Lerdo. Éste se defendió diciendo que Corella y Letechipía simbolizaban
“la defensa de las instituciones”.
La rotonda es la muerte convertida en fuente de legitimidad política.
Porfirio Díaz se vengó enviando al monumento a 23 personajes liberales:
hizo de la rotonda un Olimpo encargado de justificar al porfiriato.
Victoriano Huerta sólo envió a una persona (el escritor Juan A. Mateos).
Miguel Alemán a ocho. Miguel de la Madrid, a 12. Carlos Salinas, a
cuatro. Gustavo Díaz Ordaz, a una. Felipe Calderón: a ninguna. Un total
de 21 presidentes sólo han erigido seis monumentos dedicados a mujeres
(las últimas tres, durante la gestión de Vicente Fox).
Leo en las tumbas los nombres borgesianamente enmarcados en dos fechas.
Dolores tiene 139 años. No sé cómo, pero estas criptas no sólo encierran
la historia y el estilo del país. En ellas hay algo de la ciudad.
Fuente: http://m.eluniversal.com.mx/notas/articulistas/2013/03/63708.html
Leyenda la Zacatecana, Zacatecas
La casa de la Zacatecana ubicada en el número 6 de la antigua calle de “La Flor Alta” (actualmente Independencia No. 59) es conocida bajo este nombre debido a la leyenda misteriosa, basada en un hecho que tuvo lugar en 1859. El escritor Valentín F. Frías en su libro “ Las Calles de Querétaro ”, refiere la historia de la siguiente manera:
“… La Zacatecana, dueña de esta casa del siglo XVII, mandó matar a su marido y después mató al ejecutor del asesinato y ambos quedaron enterrados sigilosamente en las caballerizas de la casa, quedando estos crímenes ocultos. La Zacatecana tuvo al fin el pago merecido a sus crímenes, pues poco tiempo después amaneció asesinada; más nadie supo quién fuera autor de esa venganza, quedando este desenlace en el misterio. Muerta la Zacatecana, y debido a la leyenda macabra, los inquilinos permanecían poco tiempo en ella, porque según la tradición popular, habían muchos espantos”.
Valentín Frías señala en el mismo libro que en la casona se redactó en 1867, el Proceso de los ilustres personajes del Segundo Imperio y también fue embalsamado el cuerpo del valiente General Don Miguel Miramón.
En 1992 el Lic. José Antonio Origel (q.e.p.d.) compró esta casona con la ilusión de convertirla en un museo y difundir la leyenda. Desafortunadamente el Lic. Origel muere en 1998, pero su esposa llevó a cabo la idea original, exponiendo aquí, todas y cada una de las colecciones con la intención de compartir con los queretanos y sus visitantes este legado. Es así como la Casa de La Zacatecana se constituye como un rincón en Santiago de Querétaro, destinado para el arte y la tradición.
EL ÁNIMA
Otra peculiaridad que encontramos en la Casa de la Zacatecana y que forma parte de su magia es "el ánima".
El buen observador podrá encontrar esta ánima o alma en pena asomada en una ventana del museo, dentro de otra ventana. Para descubrirla, no hay mejor forma que visitar el museo.
Fuente: http://www.museolazacatecana.com/Leyenda.htm
domingo, 9 de febrero de 2014
Leyenda El hombre del costal
En muchos lugares de México se adoptó una leyenda española de un
acontecimiento de 1910, de un hombre que se robaba niños en un saco, que
sirvió de ejemplo para los niños que se portaban mal. a los que no
hacían su tarea y los que salían sin permiso de su casa. Alla afuera
esta el hombre del costal, el coco.... tengan mucho cuidado, les dicen a
los niños.
El hombre del saco, viejo del saco, viejo del costal, el hombre de la bolsa, el viejo de la bolsa, es un personaje del folclore infantil hispánico. Se le suele representar como un hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido. Este personaje es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una hora temprana. Es similar al coco y al sacamantecas. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_del_saco
Se trata de Francisco Leona, el Sacamantecas de Almería.
En efecto, el cadáver de Bernardo fue hallado en un barranco a unos cinco kilómetros de Gádor, cubierto con piedras y matorrales arrancados de los alrededores. La muerte se produjo a consecuencia de los golpes, lo que se desconocía eran las circunstancias de la herida en la axila, cuyo propósito fue obtener sangre y la extracción de las grasas del vientre ¿Para qué?
Algunos señalaron sin vacilar hacia un mismo personaje: una mala persona llamada Francisco Leona, de 75 años de edad y barbero y curandero de profesión. Pariente de los caciques, pasó de niño mimado a matón cruel y despiadado. Los antecedentes acumulados a lo largo de sus setenta y cinco años, que hicieron a la Guardia Civil considerar la posibilidad de que fuera el asesino.
Leona ofreció una coartada en los primeros interrogatorios a los que fue sometido e insinuó la posibilidad de que el infanticidio lo hubiera cometido Julio “el tonto”. La Guardia Civil le detuvo. Ambos fueron conducidos a la cárcel de Almería y ya allí sometidos a interrogatorios y careos. Se acusaban mutuamente.Por fin, Julio mantuvo reiteradamente su acusación contra Leona, confesándose a la vez cómplice; y Leona terminó confesando también.
Así pudieron conocerse todos los pormenores del infanticidio, sus móviles y la totalidad de los cómplices y encubridores, que ese mismo día durmieron en la cárcel: Francisco Leona, Francisco Ortega Rodríguez “el moruno” , Julio Hernandez “el tonto” y Agustina Rodríguez la curandera. La reconstrucción del asesinato no resultó fácil, pero al final de varias sesiones se pudo saber toda la verdad.
El infanticidio estaba relacionado con absurdas prácticas del más primitivo curanderismo, aquel que propiciaba el vampirismo de la sangre joven como método seguro para recuperar la salud y el vigor perdidos por la enfermedad o la vejez. Se supo tras la reconstrucción del asesinato que al niño Bernardo le extrajeron la sangre para que la bebiera aún caliente una persona enferma, y las mantecas para que le sirvieran de emplasto con el fin de combatir su tuberculosis.
El enfermo era Francisco Ortega “el moruno”, un agricultor de 55 años afectado por la tuberculosis, inculto, de reacciones primitivas y tremendamente obsesionado con su vida y su salud. Cuando “el moruno” se sintió enfermo acudió a la curandera Agustina Rodriguez. Ante la incapacidad para mejorar su salud, le puso en contacto con Leona, y fue a este desalmado a quien se le ocurrió asesinar a un niño, porque estimó que cuanto más difícil, complejo y monstruoso fuese el remedio, más dinero estaría dispuesto a pagar “el moruno”. Unos días antes del infanticidio, se reunieron Leona, el enfermo y la curandera Agustina. Entonces, tras asegurar al “moruno” que su enfermedad era mortal de necesidad le comunicó que él tenía el remedio:
“Es necesario que te bebas la sangre de un niño robusto y sano; pero la sangre tiene que estar caliente, según vaya brotando… y luego tendrás que ponerte sus mantecas en el pecho como una cataplasma.”
Francisco Ortega, “el moruno“, dudó durante unos instantes, pero finalmente decidió que “la salud era antes que Dios”. Acordaron que los dos curanderos se encargarían de todo: raptar al niño, llevarlo a un lugar seguro y avisar al “moruno” en el momento oportuno. Julio, el hijo de Agustina, aceptó el encargo: él ayudaría a Leona a raptar a un niño y lo cargaría hasta el cortijo donde se llevaría a cabo el sacrificio a cambio de cincuenta pesetas.
En la tarde del 28 de junio, Francisco Leona y Julio Hernandez “el tonto” merodeaban al acecho de su presa cuando vieron aproximarse a tres chiquillos que jugaban. Los asesinos esperaron la oportunidad tras unos matorrales, hasta que uno de los niños, Bernardo, se alejó un poco de sus amigos. Saltó sobre él Leona, tapándole la boca y la nariz con un pañuelo impregnado en cloroformo, con lo que el niño se desvaneció. El curandero lo arrastró hasta donde estaba escondido Julio y lo introdujeron en un saco.
En una casa apartada, extrajeron al niño del interior del saco. Junto a la cabeza de Bernardo se situó el enfermo, sentado en una silla baja y a su lado, Leona empuñaba la afilada navaja. José se hallaba sentado en el poyo. Cuando la navaja atravesó con una puñalada certera la axila del niño, la sangre comenzó a brotar en un chorro continuo; caía en el interior del vaso que la curandera sostenía debajo. Luego, ésta añadió a la sangre un par de cucharadas de azúcar y se la dio a beber al enfermo.
Terminada la sangría, Leona ordenó al enfermo que regresara a su casa, donde recibiría el segundo remedio para curar sus males. Vendó el brazo del niño para detener la hemorragia, volvió a meter al niño en el saco y de nuevo Leona y “el tonto” cruzaron los campos hasta llegar al lugar que habían elegido para esconderlo; allí lo remataron y le extrajeron la grasa del vientre. Después, entre los dos introdujeron el cadáver de Bernardo en una grieta de la quebrada y lo cubrieron con algunas piedras y matas.Post
eriormente “el tonto” dijo haber descubierto el cadáver de Bernardo por casualidad, para poner a la Justicia en la pista de su madre y Leona, en venganza porque a la mañana siguiente al asesinato no quisieron pagarle las cincuenta pesetas prometidas.
Francisco Leona murió en la cárcel sin llegar a conocer la sentencia que le hubiera correspondido: garrote vil. El Tribunal condenó a la pena de muerte en garrote a Francisco Ortega “el moruno”, a Agustina Rodriguez y a Julio Hernandez “el tonto“. Los informes psiquiátricos influyeron para que “el tonto” fuera indultado, pero las demás penas se cumplieron.
Fuente: http://sacamantecas.wordpress.com/2008/09/15/la-verdadera-historia-del-hombre-del-saco/
El hombre del saco, viejo del saco, viejo del costal, el hombre de la bolsa, el viejo de la bolsa, es un personaje del folclore infantil hispánico. Se le suele representar como un hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido. Este personaje es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una hora temprana. Es similar al coco y al sacamantecas. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_del_saco
La “verdadera” historia del Hombre del Saco
En España, sobretodo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX abundaron las historias sobre “Hombres del Saco” que atrapaban mujeres y niños con fines criminales. Uno de los más conocidos fue Diaz de Garayo, aldeano alavés que acabó con la vida de unas cuantas prostitutas allá por el final del siglo XIX. Pero aquí os hablaré de otro de esos “Hombres del Saco”, quizá menos famoso que el anterior, pero con una historia tan interesante que nos ha “obligado” a llevarla a la gran pantalla.Se trata de Francisco Leona, el Sacamantecas de Almería.
Todo sucedió en un pueblecito llamado
Gador, situado en la vega del río Andarax y a quince kilómetros de
Almería. Allí fue asesinado un niño de siete años, Bernardo Gómez, a
manos de un grupo de hombres y mujeres desalmado. Es una historia
sobrecogedora. Sucedió el 28 de junio de 1910. Aquella tarde, los padres
de Bernardo notaron su falta y comenzaron a buscarlo y ante el
resultado negativo de la búsqueda, decidieron dar conocimiento del hecho
a la Guardia Civil.
Tanto la Guardia Civil como muchos vecinos del pueblo comenzaron una
incansable búsqueda del pequeño que resultó infructuosa hasta que
finalmente, a las cuatro de la tarde se presentó en el cuartel de la
Guardia Civil de Gádor, un vecino del mismo pueblo llamado Julio
Hernandez, apodado “el tonto”, diciendo que había encontrado al niño en
un barranco tapado con unas piedras. Según refirió estaba muerto y
completamente destrozado.En efecto, el cadáver de Bernardo fue hallado en un barranco a unos cinco kilómetros de Gádor, cubierto con piedras y matorrales arrancados de los alrededores. La muerte se produjo a consecuencia de los golpes, lo que se desconocía eran las circunstancias de la herida en la axila, cuyo propósito fue obtener sangre y la extracción de las grasas del vientre ¿Para qué?
Algunos señalaron sin vacilar hacia un mismo personaje: una mala persona llamada Francisco Leona, de 75 años de edad y barbero y curandero de profesión. Pariente de los caciques, pasó de niño mimado a matón cruel y despiadado. Los antecedentes acumulados a lo largo de sus setenta y cinco años, que hicieron a la Guardia Civil considerar la posibilidad de que fuera el asesino.
Leona ofreció una coartada en los primeros interrogatorios a los que fue sometido e insinuó la posibilidad de que el infanticidio lo hubiera cometido Julio “el tonto”. La Guardia Civil le detuvo. Ambos fueron conducidos a la cárcel de Almería y ya allí sometidos a interrogatorios y careos. Se acusaban mutuamente.Por fin, Julio mantuvo reiteradamente su acusación contra Leona, confesándose a la vez cómplice; y Leona terminó confesando también.
Así pudieron conocerse todos los pormenores del infanticidio, sus móviles y la totalidad de los cómplices y encubridores, que ese mismo día durmieron en la cárcel: Francisco Leona, Francisco Ortega Rodríguez “el moruno” , Julio Hernandez “el tonto” y Agustina Rodríguez la curandera. La reconstrucción del asesinato no resultó fácil, pero al final de varias sesiones se pudo saber toda la verdad.
El infanticidio estaba relacionado con absurdas prácticas del más primitivo curanderismo, aquel que propiciaba el vampirismo de la sangre joven como método seguro para recuperar la salud y el vigor perdidos por la enfermedad o la vejez. Se supo tras la reconstrucción del asesinato que al niño Bernardo le extrajeron la sangre para que la bebiera aún caliente una persona enferma, y las mantecas para que le sirvieran de emplasto con el fin de combatir su tuberculosis.
El enfermo era Francisco Ortega “el moruno”, un agricultor de 55 años afectado por la tuberculosis, inculto, de reacciones primitivas y tremendamente obsesionado con su vida y su salud. Cuando “el moruno” se sintió enfermo acudió a la curandera Agustina Rodriguez. Ante la incapacidad para mejorar su salud, le puso en contacto con Leona, y fue a este desalmado a quien se le ocurrió asesinar a un niño, porque estimó que cuanto más difícil, complejo y monstruoso fuese el remedio, más dinero estaría dispuesto a pagar “el moruno”. Unos días antes del infanticidio, se reunieron Leona, el enfermo y la curandera Agustina. Entonces, tras asegurar al “moruno” que su enfermedad era mortal de necesidad le comunicó que él tenía el remedio:
“Es necesario que te bebas la sangre de un niño robusto y sano; pero la sangre tiene que estar caliente, según vaya brotando… y luego tendrás que ponerte sus mantecas en el pecho como una cataplasma.”
Francisco Ortega, “el moruno“, dudó durante unos instantes, pero finalmente decidió que “la salud era antes que Dios”. Acordaron que los dos curanderos se encargarían de todo: raptar al niño, llevarlo a un lugar seguro y avisar al “moruno” en el momento oportuno. Julio, el hijo de Agustina, aceptó el encargo: él ayudaría a Leona a raptar a un niño y lo cargaría hasta el cortijo donde se llevaría a cabo el sacrificio a cambio de cincuenta pesetas.
En la tarde del 28 de junio, Francisco Leona y Julio Hernandez “el tonto” merodeaban al acecho de su presa cuando vieron aproximarse a tres chiquillos que jugaban. Los asesinos esperaron la oportunidad tras unos matorrales, hasta que uno de los niños, Bernardo, se alejó un poco de sus amigos. Saltó sobre él Leona, tapándole la boca y la nariz con un pañuelo impregnado en cloroformo, con lo que el niño se desvaneció. El curandero lo arrastró hasta donde estaba escondido Julio y lo introdujeron en un saco.
En una casa apartada, extrajeron al niño del interior del saco. Junto a la cabeza de Bernardo se situó el enfermo, sentado en una silla baja y a su lado, Leona empuñaba la afilada navaja. José se hallaba sentado en el poyo. Cuando la navaja atravesó con una puñalada certera la axila del niño, la sangre comenzó a brotar en un chorro continuo; caía en el interior del vaso que la curandera sostenía debajo. Luego, ésta añadió a la sangre un par de cucharadas de azúcar y se la dio a beber al enfermo.
Terminada la sangría, Leona ordenó al enfermo que regresara a su casa, donde recibiría el segundo remedio para curar sus males. Vendó el brazo del niño para detener la hemorragia, volvió a meter al niño en el saco y de nuevo Leona y “el tonto” cruzaron los campos hasta llegar al lugar que habían elegido para esconderlo; allí lo remataron y le extrajeron la grasa del vientre. Después, entre los dos introdujeron el cadáver de Bernardo en una grieta de la quebrada y lo cubrieron con algunas piedras y matas.Post
eriormente “el tonto” dijo haber descubierto el cadáver de Bernardo por casualidad, para poner a la Justicia en la pista de su madre y Leona, en venganza porque a la mañana siguiente al asesinato no quisieron pagarle las cincuenta pesetas prometidas.
Francisco Leona murió en la cárcel sin llegar a conocer la sentencia que le hubiera correspondido: garrote vil. El Tribunal condenó a la pena de muerte en garrote a Francisco Ortega “el moruno”, a Agustina Rodriguez y a Julio Hernandez “el tonto“. Los informes psiquiátricos influyeron para que “el tonto” fuera indultado, pero las demás penas se cumplieron.
Fuente: http://sacamantecas.wordpress.com/2008/09/15/la-verdadera-historia-del-hombre-del-saco/
Leyenda El niño artillero
en el sitio de Cuautla
Por Enrique Pérez Quintana | Por debajo de las piedras – lun, 22 abr 2013
Las guerras siempre son extremas y afectan a la sociedad entera al involucrarla de manera voluntaria o no. Todos participan por subsistencia porque la vida misma está en juego. La violencia acaba con las familias y los sobrevivientes son reclutados por alguno de los bandos en disputa. En la guerra de independencia de México muchos fueron empujados por las circunstancia de haber estado en el lugar preciso en el momento preciso, este es el caso del niño Narciso Mendoza que con sólo 12 años se convirtió en héroe y hoy es un símbolo de identidad de Cuautla, la segunda ciudad en importancia del estado de Morelos.
Narciso Mendoza, conocido como el Niño Artillero, participó en la guerra de la independencia de México como parte del batallón infantil que creó José María Morelos y Pavón al ocupar Cuautla de Amilpas en diciembre de 1811. Esta tropa infantil fue conocida con el nombre de Los Emulantes y estuvo a cargo de Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos.
El sitio de Cuautla es célebre, no sólo en la historia de la guerra de la independencia de México, sino en la historia de las guerras del mundo. Entre los episodios heroicos que originó aquel combate de setenta y dos días, se destaca la acción del valiente niño Narciso Mendoza.
Cuatro mil hombres bajo las órdenes de Morelos ocupaban Cuautla, a punto de ser atacado por ocho mil soldados comandados, por Félix María Calleja, veteranos, bien armados, con poderosa artillería, que venían de realizar una campaña victoriosa.
El 19 de febrero de 1812 a las siete de la mañana se inició el ataque de las fuerzas realistas contra las trincheras que los insurgentes habían abierto para la defensa del pueblo.
Félix María Calleja estaba confiado en que la superioridad de sus fuerzas y su mejor armamento le permitirían tomar la ciudad con relativa facilidad y hacer prisioneros a los jefes insurgentes que allí se encontraban. Calleja inició su ataque al amanecer; consideró que podría entrar a la ciudad pasando por las fortificaciones de San Diego (por el convento y la iglesia), cuya protección se encontraba a cargo de Hermenegildo Galeana.
Cuando las tropas realistas al mando de Calleja atacan la plaza de San Diego, defendida por Hermenegildo Galeana, éste tiene que replegarse y alguien grita que ha sido derrotado. Hay desconcierto en las fuerzas insurgentes, lo que Calleja trata de aprovechar para tomar la plaza.
Los pocos defensores vacilan, son presa del pánico y, sin atender a sus jefes inmediatos, huyen, abandonando la fortificación que habían defendido. Los dragones realistas, sabiendo que la barricada estaba abandonada, embisten al galope de sus caballos.
Cuentan los testigos que, en el preciso instante de acercarse para tomar la plaza, un niño, que había observado atentamente el drama desde un refugio de escombros, sabiendo que un cañón había quedado cargado, por haber muerto el artillero, prófugos los otros, en un espontáneo arranque de valentía, y sin medir las consecuencias, corrió a la mecha y la encendió.
Narciso Mendoza fue herido en un brazo por el sablazo de un dragón. El niño logró afianzarse de un palo y tomar una mecha que estaba clavada en el suelo, con la que dio fuego al cañón que disparado en el momento más oportuno mató al dragón que lo hirió y contuvo al enemigo que avanzaba rápidamente.
Este hecho permitió a Galeana reorganizar sus tropas y esperar la ayuda de las tropas de Morelos, Matamoros y Leonardo Bravo. Después de la batalla, Morelos otorgó a Narciso Mendoza el grado de alférez y se convertirá en su protector.
Los insurgentes resistieron con heroísmo el sitio, aunque mucha gente murió de hambre. Fueron 72 días de sufrimiento. En las primeras horas del 2 de mayo de 1812 Morelos y sus fuerzas rompieron el cerco impuesto por las fuerzas realistas de Calleja. Narciso Mendoza fue un niño que con su valentía ayudo a ganar una batalla que al final se sumaría a otros triunfos que terminaron por conquistar la libertad que hoy disfrutamos los mexicanos.
Fuente:http://mx.noticias.yahoo.com/blogs/por-debajo-piedras/el-ni%C3%B1o-artillero-en-el-sitio-de-cuautla-005250485.html
Por Enrique Pérez Quintana | Por debajo de las piedras – lun, 22 abr 2013
Las guerras siempre son extremas y afectan a la sociedad entera al involucrarla de manera voluntaria o no. Todos participan por subsistencia porque la vida misma está en juego. La violencia acaba con las familias y los sobrevivientes son reclutados por alguno de los bandos en disputa. En la guerra de independencia de México muchos fueron empujados por las circunstancia de haber estado en el lugar preciso en el momento preciso, este es el caso del niño Narciso Mendoza que con sólo 12 años se convirtió en héroe y hoy es un símbolo de identidad de Cuautla, la segunda ciudad en importancia del estado de Morelos.
Narciso Mendoza, conocido como el Niño Artillero, participó en la guerra de la independencia de México como parte del batallón infantil que creó José María Morelos y Pavón al ocupar Cuautla de Amilpas en diciembre de 1811. Esta tropa infantil fue conocida con el nombre de Los Emulantes y estuvo a cargo de Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos.
El sitio de Cuautla es célebre, no sólo en la historia de la guerra de la independencia de México, sino en la historia de las guerras del mundo. Entre los episodios heroicos que originó aquel combate de setenta y dos días, se destaca la acción del valiente niño Narciso Mendoza.
Cuatro mil hombres bajo las órdenes de Morelos ocupaban Cuautla, a punto de ser atacado por ocho mil soldados comandados, por Félix María Calleja, veteranos, bien armados, con poderosa artillería, que venían de realizar una campaña victoriosa.
El 19 de febrero de 1812 a las siete de la mañana se inició el ataque de las fuerzas realistas contra las trincheras que los insurgentes habían abierto para la defensa del pueblo.
Félix María Calleja estaba confiado en que la superioridad de sus fuerzas y su mejor armamento le permitirían tomar la ciudad con relativa facilidad y hacer prisioneros a los jefes insurgentes que allí se encontraban. Calleja inició su ataque al amanecer; consideró que podría entrar a la ciudad pasando por las fortificaciones de San Diego (por el convento y la iglesia), cuya protección se encontraba a cargo de Hermenegildo Galeana.
Cuando las tropas realistas al mando de Calleja atacan la plaza de San Diego, defendida por Hermenegildo Galeana, éste tiene que replegarse y alguien grita que ha sido derrotado. Hay desconcierto en las fuerzas insurgentes, lo que Calleja trata de aprovechar para tomar la plaza.
Los pocos defensores vacilan, son presa del pánico y, sin atender a sus jefes inmediatos, huyen, abandonando la fortificación que habían defendido. Los dragones realistas, sabiendo que la barricada estaba abandonada, embisten al galope de sus caballos.
Cuentan los testigos que, en el preciso instante de acercarse para tomar la plaza, un niño, que había observado atentamente el drama desde un refugio de escombros, sabiendo que un cañón había quedado cargado, por haber muerto el artillero, prófugos los otros, en un espontáneo arranque de valentía, y sin medir las consecuencias, corrió a la mecha y la encendió.
Narciso Mendoza fue herido en un brazo por el sablazo de un dragón. El niño logró afianzarse de un palo y tomar una mecha que estaba clavada en el suelo, con la que dio fuego al cañón que disparado en el momento más oportuno mató al dragón que lo hirió y contuvo al enemigo que avanzaba rápidamente.
Este hecho permitió a Galeana reorganizar sus tropas y esperar la ayuda de las tropas de Morelos, Matamoros y Leonardo Bravo. Después de la batalla, Morelos otorgó a Narciso Mendoza el grado de alférez y se convertirá en su protector.
Los insurgentes resistieron con heroísmo el sitio, aunque mucha gente murió de hambre. Fueron 72 días de sufrimiento. En las primeras horas del 2 de mayo de 1812 Morelos y sus fuerzas rompieron el cerco impuesto por las fuerzas realistas de Calleja. Narciso Mendoza fue un niño que con su valentía ayudo a ganar una batalla que al final se sumaría a otros triunfos que terminaron por conquistar la libertad que hoy disfrutamos los mexicanos.
Fuente:http://mx.noticias.yahoo.com/blogs/por-debajo-piedras/el-ni%C3%B1o-artillero-en-el-sitio-de-cuautla-005250485.html
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