jueves, 9 de enero de 2014

Agapito Treviño

"Caballo Blanco"





Según cuenta la leyenda Agapito Treviño escondió un gran botín en una cueva del Cerro de la Silla, fruto de sus robos y asaltos. Dicen que robaba a los ricos para repartirlo entre los más pobres y necesitados.
El legendario Agapito Treviño nació en la Villa de Guadalupe y, según cuenta la historia, no había cumplido aún los 20 años cuando ya se dedicaba a cometer atracos y a aterrorizar a los habitantes de Monterrey. Fue ajusticiado públicamente en la Plaza del Mercado (actualmente Plaza Hidalgo).
El bandido era también conocido como "Caballo Blanco" porque se decía que montaba siempre un caballo de ese color para cometer sus fechorías.
Físicamente Agapito Treviño era un hombre de aspecto musculoso y alto de estatura; era trigueño, de ojos y pelo negros; lampiño y de una nariz abultada que lo hacía inconfundible.
De 1850 a 1851, el maleante fue el terror entre los habitantes de Monterrey por la gran cantidad de robos y asaltos que cometía contra gente de paz.
Llegó a amasar una gran fortuna, la cual, según cuenta la leyenda, permanece escondida en una cueva del Cerro de la Silla, pero con la maldición de que quien ose extraerla de ese sitio se condenará a muerte.
Se dice que Agapito Treviño cometía un sinfín de raterías e inclusive despojaba a sus víctimas de ropa y caballos, para dejarlas desnudas y atadas en pleno monte. Eso sí, se le reconoce a este personaje el no haber matado nunca a persona alguna.
Fue apresado en 1851 y condenado a diez años de trabajo en obras públicas. Cumplía su condena asido de un pesado grillete, pero aún así logró escapar de una obra de la loma de El Obispado, tan sólo para iniciar de nuevo la ola de fechorías.
Fue detenido otra vez en 1853 y le fue impuesta una pena de diez años de prisión, pero el audaz delincuente escapó de nueva cuenta para volver a los caminos en busca de nuevas víctimas a quienes atracar.
Un año después la mano de la justicia volvió a caer sobre los hombros de Agapito Treviño cuando fue detenido en Roma, Texas, pero en esta ocasión pueblo y autoridad fueron implacables con él y fue condenado a morir fusilado.




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