martes, 17 de diciembre de 2013

Leyenda del Cañon del Sumidero Chiapas

Por Sofía Mireles Gavito




Según el investigador belga Jan de Vos, Premio Chiapas 1986 en Ciencias, quién falleció el pasado 24 de julio del 2011 en la Cd. de México, la historia del suicidio colectivo narrado en el escudo de Chiapas es una leyenda que falsifica lo que realmente pasó a los indios “chiapanecas”.

La leyenda nos dice que los chiapanecas lucharon valientemente contra los conquistadores españoles. Pero estos se impusieron pronto, debido a su preponderancia militar y gracias al apoyo que recibieron de varios pueblos enemigos de los chiapanecas. Ante el peligro de ser derrotados, los indios de Chiapa se retiraron al Cañón del Sumidero. En una peña que dominaba el río con su altura casi vertical, tenían ellos su capital. Después de una feroz batalla, esta ciudad cayó en manos de los conquistadores. Entonces, los sitiados en vez de rendirse, se arrojaron al precipicio. Muriendo en este suicidio colectivo, según la fuente colonial, más de 15,000 y nada más sobrevivieron 2,000. La batalla en el Sumidero fue eternizada en el blasón de armas que el Emperador Carlos V concedió en 1535 a la ciudad de San Cristóbal de los Llanos de Chiapa.

Jan de Vos después de estudiar distintos documentos recabados en el Archivo General de Indias, en Sevilla; en el Archivo General de Centroamérica, en Guatemala, y en el Archivo Diocesano de San Cristóbal de las Casas. Además de las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, de Remesal, Herrera, de Dos Historias Modernas, el poema de Galileo Cruz Robles sobre la conquista de Chiapa, y documentos de la visión de los chiapanecas; llega a las siguientes conclusiones: primero, la antigua Chiapa de los Indios no era una ciudad fortificada, ni estaba situada dentro del Sumidero. Segundo, los chiapanecas no se levantaron en armas contra Diego de Mazariegos en 1528. Tercero, la batalla conmemorada en el escudo del Estado de Chiapas no fue en aquel año. Cuarto, los chiapanecas no se despeñaron heroica y colectivamente en las aguas del río Chiapa( hoy Grijalva).

Los responsables de la creación de la leyenda son los mismos indios chiapanecas.



Reduciendo la leyenda a sus proporciones históricas, los documentos revelan que existieron dos rebeliones sucesivas de los chiapanecas por los años de 1532-1534. Durante esos años, los chiapanecas vivieron efectivamente en el Sumidero y pelearon allí contra las tropas españolas. Son estas batallas las que conmemora el Escudo del Estado. En ellas, algunos rebeldes se despeñaron efectivamente en las aguas del río Grijalva.

El Escudo de Chiapas es la justificación de los vencedores, en la cual siempre estará a la mano algún santo poderoso, capaz de darles la victoria y un Dios justo, dispuesto a castigar a los adversarios. Así los dos leones que están representados en el escudo, el de la derecha simboliza obviamente la victoria militar española sobre los chiapanecas, arrimado como está a un castillo. Pero el león de la izquierda, arrimado a una palma verde con su fruta, está allí en memoria de la advocación del glorioso señor San Cristóbal; ya que este santo era el patrón de Chiapa de los españoles desde 1530 y era obvio que el conquistador Baltasar Guerra pusiera sus tropas bajo esta protección.

Fuente: http://www.lavozdelnorte.com.mx/semanario/2012/06/24/la-leyenda-del-sumidero/

Leyenda La calle del Niño Perdido

Sucedió en lo que hoy es Eje Central




Leyenda de amor y de venganza es la que ha dado el nombre a esta calle que merece ser conocida por lo dramática e interesante.

Esta leyenda nos cuenta, que en aquella época vivía un acaudalado caballero llamado Enrique de Verona, que con el paso del tiempo se había hecho de prestigio y fama debido a que era un excelente escultor. Había sido requerido para hacer trabajos en la Catedral de Toledo, en España; después hasta el mismísimo virrey don Francisco Hernández de la Cueva, le contrató para que realizara el altar de reyes en la Catedral de la Nueva España, donde también este hombre trabajador se hizo de fama y fortuna. Pero no solo le iba bien en su faceta de escultor, pues don Verona había dejado en su tierra esperando para contraer matrimonio a una hermosa mujer gaditana, quien iba todos los días sin falta al puerto a para ver si en cualquiera de los barcos venía su futuro marido; aparentemente este era el futuro que le esperaba al caballero, pero el destino hizo que todos estos acontecimientos dieran un giro inesperado a sus planes.
Don Verona ya tenía todo planeado para su regreso a España y desposarse con aquella mujer que lo aguardaba, pero sucede que a pocos días de hacer su largo viaje, un día al dar la vuelta en una esquina, se cruzara en su camino con una dama a la que se le había caído el pañuelo; y como todo caballero educado y cortés se acercó a levantarlo y a entregárselo en propia mano, los dos se miraron fijamente a los ojos, y la dama con una voz suave como la de un ángel le dio las gracias. Palabras, solo eso, pero aquellas palabras sumadas con la imponente belleza de la doncella, hicieron que el corazón de Verona diera vuelcos de emoción, eso solo significaba una cosa: amor.
Aquel agradecimiento retumbaba en su cabeza como si de un canto celestial se tratase; así se estuvo un largo rato pensando en aquella mujer, hasta que cayó a cuenta de que todavía le faltaba ultimar algunos detalles de su viajes, pues partía al día siguiente, entre ellos se encontraba un amigo al que casi no hacía caso, y le parecía una falta imperdonable no pasar a despedirse de él, pues a su cuidado había dejado un gatito para que nunca le faltara nada. Lo que buscaba el despistado Verona era disculparse ante sí mismo, y con el cambio que acababa de experimentar su joven corazón, iba a buscar mil y un pretextos para aplazar el momento de encontrarse con la gaditana.
No paso mucho tiempo para que el caballero conociera a aquella hermosa dama, quien llevaba por nombre Estela de Fuensalida y que también tuvo que dejar plantado a su prometido, un viejo platero llamado don Tristán de Valladares; ambos se enamoraron profundamente y tiempo después contrajeron matrimonio, pero en este caso no terminaría con “y vivieron felices para siempre”. La pobre gaditana se quedó esperando hasta que le salieron raíces, pero Valladares no haría lo mismo… lleno de rabia y despecho juró vengarse ¿Cómo lo hizo?
Transcurrió un año y la pareja tuvo a un hermoso niño, todo era paz y felicidad, hasta que una fría noche del año 1665 llegó el platero a la casa de la pareja, entrando sigilosamente por la barda trasera, como si de un gato se tratase prendió fuego a un pajar y acto seguido se lleva al niño.
Estela y su esposo se despiertan aturdidos en medio de fuego y llamas. La casa era todo un caos, los criados corrían de un lado a otro tratando de salvar sus vidas, la dama cae desmayada y gracias a los vecinos que ayudaron a extinguir el fuego, la familia se salva. Cuando la esposa de Verona se hubo repuesto y ya en la calle fuera de peligro, se percató de que su marido y su hijo no estaba con ella, los seres a los que más amaba en este mundo, una angustia horrible recorrió todo su cuerpo y arrodillada en el suelo gritaba desesperadamente llamándoles. Acto seguido su esposo acudió a ella, pero con el detalle de que faltaba su pequeño hijo, Estela desesperada entró a la casa todavía envuelta en llamas en busca de su pequeño y como buen marido, Verona estaba por impedírselo cuando en ese momento escuchó el llanto de un bebé, y en ese momento avistaron a un hombre que escondía un pequeño bulto; acto seguido don Enrique y otros se lanzaron sobre aquel hombre para quitarle al niño que traía en brazos, quien era nada menos que el platero Tristán. Después de estos acontecimientos, todo fue volviendo a la normalidad, pero aquel suceso que causo tanto escándalo en la Nueva España, quedaría en la memoria de los habitantes, pasando a llamar esta calle como “Niño Perdido”.

Desde entonces el vulgo llamó a esta calle del Niño Perdido pues la desolada madre gritaba, al no encontrarlo, “!Madre mía, devuélvanme al niño perdido¡”

martes, 10 de diciembre de 2013

Leyenda del Cerro de la silla, Monterrey




El Cerro de la Silla es el principal símbolo de la gran ciudad de Monterrey.

La Leyenda cuenta que el conquistador Alberto del Canto y sus acompañantes llegaron a estas tierras en el año 1577 y las llamaron "Valle de Extremadura", y al observar el enorme cerro, comentaron que su forma era similar a la de una silla de montar, es decir, una silla ecuestre.
Este cerro alcanza una altura de 1,575 metros sobre el nivel del mar, y la forma más impactante de admirar su belleza es a la entrada suroeste de la ciudad, cuando se maneja por la autopista Monterrey-Saltillo viniendo de oeste a este, al alcanzar la entrada al área metropolitana (en el municipio de Santa Catarina), de frente podrás admirar de frente este enorme cerro...Y realmente es muy hermoso.
Sus faldas están cubiertas con fraccionamientos que lo rodean por todos lados, pero sus formas tan verticales pudieron impedir la presencia de invasores y posesionarios; si lo observas desde un avión quedarás impactado por lo enorme de su tamaño y sus formas tan caprichosas...Es todo un espectáculo aterrizar en esta bella ciudad pues sus Montañas te reciben y te cobijan.

Fuente: http://www.minube.com.mx/rincon/cerro-de-la-silla-a21480

Leyenda del Cerro de Culiacán




El Cerro del Culiacán se encuentra al sur de Cortazar, saliendo de la ciudad rumbo a Salvatierra. Con su majestuosa forma piramidal, que cuenta con una altura de 2,834 mts. es uno de los puntos mas elevados del estado de Guanajuato.



Dice la leyenda que en tiempos de la colonia vivía una familia de nobles, con una hija muy bella; pero a la vez también vivía una familia de plebeyos en la cual habia un arrogante hijo del cual se enamoro la joven.
Al enterarse los padres de ello, decidieron no permitir ese matrimonio y optaron a separar a la hermosa joven de la región para evitar esos amores.
El joven que estaba perdidamente enamorado de ella y al sentir frustradas sus ilusiones, se impuso la penitencia de llevar un madero a la cumbre del cerro de Culiacán; en tal misión perdió la vida. Contaban los lugareños que ese es el origen de la tradicional Cruz de Culiacán.
Al enterarse la joven, también subió al cerro con las doncellas de su servicio, al llegar a la cumbre solo encontró la cruz, pidió a las muchachas que la acompañaran a bailar la danza alrededor de la cruz.
Así lo hizo cada año por el resto de su vida.
Cuando ella falto, las muchachas que le acompañaban siguieron haciéndolo dejándonos una tradición que hasta la fecha se realiza.




Fuente: http://www.cortazar.com.mx/elculiacan/

lunes, 2 de diciembre de 2013

Leyenda de Francisca la hechicera mestiza, Jalisco

Transcurría un templado día de febrero en el años de 1708 en La Villa de Santa María de los Lagos, Jalisco (Hoy conocida como Lagos de Moreno).

Francisca de Orozco, una joven mestiza, hija de un español y una india, ardía en deseos de vengarse de Doña San Juana de Isasi, una rica dama española, que la había humillado frente a la puerta del pequeño templo parroquial de la Asunción acusándola de asesinar con hechizos a una de sus criadas.

La mestiza aprendió los artes de la hechicería de su madre, y dentro de su humilde choza, de barro y paja, preparaba secretamente la pasión de Olololinque o Coatchique, mejor conocida como Hierba de la Culebra o Planta Sagrada. El uso de esta hierba había sido prohibido por la santa inquisición, acusándola de pertenecer al demonio, ya que sus semillas de color negrusco contenía una poderosa sustancia alucinógena. Por lo cual Francisca tenía especial cuidado en moler los nueve granos que esta vez utilizaría para sus fines.

Una vez preparado el brebaje, la hechicera mestiza se lo entregó a su cómplice, Mariana, una esclava africana que sufría también los maltratos de Doña San Juana, pues estaba a sus servicios haciéndose cargo de alimentarla.

La esclava mezcló el brebaje con la comida de su Señora, y con un simple bocado, San Juana empezó a arrojar espuma por la boca, a chorrear sangre del rostro, y a correr por toda la casa mencionando el nombre de Francisca Orozco, quien por fin había realizado su venganza. Y observaba desde el huerto, convertida en una enorme lechuza, se llevó el cuerpo muerto de San Juana, dejando atrás solo los ojos ensangrentados colgados en una rama.

Así la Santa Inquisición levantó un expediente, acusando a Francisca de Orozco de hechicería, por el uso de la hierba prohibida en contra se San Juana.


Fuente: http://mitosyleyendas.org.mx/leyenda-de-francisca-la-hechicera-mestiza/

La sirena de Zirahuén





Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles a Michoacán, luego de la caída de Tenochtitlan, uno de los conquistadores se enamoró de Eréndira, la bella hija de Tangaxoán, rey de los purépechas; la raptó y la escondió en un hermoso valle rodeado de montañas; ahí, sentada sobre una enorme roca, la princesa lloró desconsolada, y sus lágrimas formaron un gran lago. Desesperada y para escapar de su raptor, se arrojó al lago, en el cual, por un extraño hechizo se convirtió en sirena. Desde entonces, por su belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purépecha significa espejo de los dioses.

Dicen los lugareños que la sirena aún vaga por el lago, y no falta quien asegure haberla visto. Dicen que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encantar a los hombres y ahogarlos; y la culpan de la muerte de muchos pescadores, cuyos cuerpos sólo es posible localizar después de varios días de haberse ahogado. Hasta hace poco tiempo existía al borde del lago una gran piedra con forma de asiento en la que, se dice, lloró Eréndira. La leyenda está tan arraigada en el ánimo de los lugareños, que hasta hay una pequeña miscelánea llamada "La Sirena de Zirahuén", y es, por supuesto, la más famosa del pueblo.

Ciertamente todo esto es sólo una romántica historia nacida de la imaginación, pero al contemplar el hermoso lago de Zirahuén, es fácil entender que ante espectáculos tan magníficos el alma humana se llene de fantasías. Zirahuén es considerado como uno de los secretos mejor guardados de Michoacán, pues rodeado de lugares turísticos tan famosos como Pátzcuaro, Uruapan o Santa Clara del Cobre, se le considera un destino turístico secundario. Sin embargo, su extraordinaria belleza hace de él un sitio único, equiparable con los mejores del país.

Situado en la parte central de Michoacán, el lago de Zirahuén, junto con los de Pátzcuaro, Cuitzeo y Chapala, forma parte del sistema lacustre de este estado. Hay dos caminos para llegar a Zirahúen, el principal, pavimentado, sale de Pátzcuaro hacia Uruapan y a los 17 km se desvía hacia el sur 5 km hasta llegar al pueblo. El otro camino, menos transitado, es un empedrado de 7 km que sale de Santa Clara del Cobre, y que fue construido por los ejidatarios del lugar, quienes, para recuperar la inversión, cobran una módica cuota por transitarlo. Una señal inconfundible para localizar la entrada al camino en las afueras de Santa Clara, es un pintoresco busto de cobre del general Lázaro Cárdenas, profusamente decorado.

De forma cuadrangular, el lago tiene poco más de 4 km por lado, y una profundidad de unos 40 m en su parte central. Está situado en una pequeña cuenca cerrada, rodeada de altas montañas, por lo que sus riberas son muy escarpadas. Sólo en la parte norte se encuentra una pequeña planicie donde se ha establecido el pueblo de Zirahuén, que a su vez está rodeado de abruptos cerros.

El lago y el pueblo están enmarcados por densos bosques de pinos, encinos y madroños, los cuales están mejor preservados en las márgenes del ángulo suroeste, ya que es el más alejado de las poblaciones ribereñas. Esa parte es una de las más hermosas del lago, que aquí se adentra entre las altas e inclinadas laderas de las montañas circundantes, cubiertas de exuberante vegetación de aspecto selvático y forma una especie de cañón. El lugar es conocido como Rincón de Agua Verde, por el color que toman las aguas cristalinas del lago al reflejarse en ellas el espeso follaje de las riberas, y por los pigmentos vegetales disueltos en el agua debido a la descomposición de las hojas.

En esta aislada zona se han construido varias cabañas que se rentan, y son un sitio ideal para un retiro espiritual, y para entregarse a la contemplación y a la reflexión en medio de un paradisíaco entorno natural, donde sólo se escuchan el murmullo del viento entre los árboles y los suaves trinos de los pájaros.

Existen muchas veredas que atraviesan los bosques o bordean el lago, por lo que pueden hacer largos recorridos bajo la fragancia de los árboles, y observar la multitud de plantas que los parasitan, como las bromelias, que los lugareños llaman "gallitos", olas orquídeas de vivos colores, de cuyos néctares se alimentan los colibríes, y que son muy apreciadas para las festividades del Día de Muertos. Por las mañanas, una densa neblina se levanta del lago invadiendo el bosque, y la luz se filtra en haces a través de la bóveda vegetal, creando un juego de sombras y destellos de colores, mientras las hojas muertas caen balanceándose suavemente.

La principal vía de acceso a este lugar es por lancha, a través del lago. Hay un pequeño y pintoresco muelle desde el cual se puede nadar en las cristalinas aguas, que en esta área son muy profundas, a diferencia de la mayor parte de las riberas, que son lodosas, poco profundas y llenas de juncos y plantas acuáticas, que las hacen muy peligrosas para practicar la natación. En la parte central de la margen occidental se encuentra la ranchería de Copándaro; a la misma altura, a la orilla del lago, hay un exótico y rústico restaurante, profusamente adornado con flores, que tiene un muelle propio y forma parte del complejo turístico de Zirahuén.

El pueblo de Zirahuén se extiende a lo largo de la ribera norte del lago; dos muelles principales dan acceso a él: uno, muy corto, situado hacia su parte central, es el muelle popular, donde se abordan las lanchas particulares que traen a los visitantes o un pequeño yate de propiedad comunal. La entrada está rodeada por pequeños puestos de artesanías locales y varios restaurantes rústicos, algunos de ellos soportados por pilotes a la orilla del lago, propiedad de los pescadores y sus familias, donde se vende comida a precios módicos, incluyendo el caldo de pescado blanco, típico del lago de Zirahuén, que según se dice, es más sabroso que el de Pátzcuaro.

El otro muelle, hacia el extremo oriental del pueblo, es propiedad privada, y está formado por un largo espigón techado, que permite abordar los yates que hacen los recorridos turísticos por el lago. Hay además varias cabañas de madera y las oficinas desde donde se controla todo el complejo turístico de Zirahuén. Este complejo consta de las cabañas del Rincón de Agua Verde y el restaurante de la margen occidental, además un servicio que proporciona los implementos para practicar deportes acuáticos, como el esquí. Extrañamente, gran parte de las riberas del lago pertenecen a un solo dueño, quien se ha construido un sitio de descanso sobre la ribera sur, conocido como la "Casa Grande". Se trata de una enorme cabaña de madera, dedos pisos, que incluye salas donde se atesoran antiguas artesanías regionales, como lacas de Pátzcuaro elaboradas con las técnicas originales, y que actualmente se han descontinuado. En algunos recorridos turísticos se incluye una visita a este lugar.

Entre los dos muelles principales hay varios "muelles" pequeños, donde los pescadores amarran sus canoas, pero la mayoría prefiere encallarlas en las orillas. Resulta muy agradable pasearse por ahí y contemplar esas embarcaciones talladas de una sola pieza, ahuecando troncos de pino, que se impulsan con largos remos de palas redondeadas, y es muy emocionante navegar en ellas pues por su precario equilibrio es fácil que se vuelquen al menor movimiento de sus ocupantes. Es asombrosa la habilidad de los pescadores, sobre todo de los niños, para conducirlas remando de pie. Muchos pescadores viven en pequeñas chozas de madera a la orilla del lago, enmarcadas por hileras de altas garrochas de madera, sobre las que se cuelgan a secar las largas redes de pesca.

El pueblo está formado principalmente por casas bajas de adobe, enjarradas con charanda, la tierra rojiza característica de la región y que aquí es muy abundante en el Cerro Colorado que limita al pueblo hacia el este. La mayoría tiene techos de teja anaranjada, de dos aguas, y amplios patios interiores con portales adornados con floridos macetones. Alrededor y dentro de la población hay grandes huertas de aguacate, tejocote, manzano, higuera y membrillo, con cuyos frutos las familias elaboran conservas y golosinas. Al centro del pueblo se encuentra la parroquia, dedicada al Señor del Perdón, que conserva el estilo arquitectónico que prevalece en toda la región desde la llegada de los primeros misioneros. Tiene una amplia nave techada con una especie de bóveda de cañón con arcos de nervadura, hecha totalmente de madera, que demuestra una sorprendente y minuciosa técnica de ensamblaje. Sobre el vestíbulo hay un pequeño coro, al que se sube por una estrecha escalera de caracol. El techo exterior es de teja anaranjada, a dos aguas, y a la derecha del edificio hay una antigua torre de piedra, rematada con un campanario al que se sube por una escalera interior. El atrio es amplio y su barda tiene tres entradas enrejadas; por su apropiada situación los lugareños lo atraviesan a modo de atajo. Es, pues, frecuente ver pasar a las señoras ataviadas con los clásicos rebozos azules con rayas negras, estilo Pátzcuaro, muy usados en toda la región. Frente a la iglesia hay una pequeña plaza con un kiosco de cemento y una fuente de cantera. Algunas de las casas que la rodean tienen portales rústicos de teja, sostenidos por pilares de madera. Muchas calles están empedradas, y aún persiste la costumbre colonial de llamar "Calle Real" a la calle principal. Es común encontrar burros y vacas vagando tranquilamente por las calles, y por las tardes, las manadas de vacas atraviesan el pueblo rumbo a sus corrales, apresuradas por los vaqueros, que frecuentemente son niños. Es costumbre local bañar a los caballos a la orilla del lago, y que las mujeres laven la ropa en él. Desgraciadamente, el uso de detergentes y jabones con productos químicos muy tóxicos, están provocando una gran contaminación del lago, a lo que se suma la acumulación de desperdicios no biodegradables que son arrojados en las orillas por los visitantes y los lugareños. La ignorancia o negligencia para atender el problema, acabarán por destruir el lago y nadie parece tener interés en tomar medidas para evitarlo.

Un pez salta intempestivamente fuera del agua muy cerca de la orilla, rompiendo la quieta superficie del agua. A la distancia, una canoa se desliza velozmente partiendo las olas, que lanzan destellos dorados. Su silueta se recorta contra el brillante fondo del lago, teñido de violeta por el atardecer. Hace un rato que las urracas pasaron, como una negra nube parlanchina, hacia sus refugios nocturnos en las arboledas de las orillas. Cuentan los ancianos del pueblo que antes llegaban muchos patos migratorios, formando parvadas que ocupaban buena parte del lago, pero los ahuyentaron los cazadores, que constantemente los asediaban a balazos. Ahora es muy difícil verlos llegar por aquí. El remero apresura el paso para llegar a tierra antes de que oscurezca. Aunque hay un pequeño faro en el embarcadero central que sirve de guía a los pescadores en la noche, la mayoría prefiere llegar temprano a casa, "no vaya a ser que por ahí ande rondando la sirena".


Fuente: http://www.mexicodesconocido.com.mx/lago-de-zirahuen-espejo-de-los-dioses-michoacan.html

SI VA A ZIRAHUÉN

Tome la carretera número 14 de Morelia a Uruapan, pase Pátzcuaro y al llegar al pueblo de Ajuno desvíese a la izquierda y en unos minutos estará en Zirahuén.

Otra vía es de Pátzcuaro tomar hacia Villa Escalante y de allí sale un camino a Zirahuén. Por esta ruta son aproximadamente 21 km y por la otra un poco menos.

En cuanto a los servicios, en Zirahuén hay cabañas para rentar y lugares donde comer, pero si quiere algo más sofisticado en Pátzcuaro lo encontrará.