Leyenda Zapoteca
La historia de la princesa zapoteca y su sacrificado amor por su pueblo
es uno de los momentos más emotivos que se presentan durante la popular
fiesta de la Guelaguetza.
Muchas son las actividades que caracterizan el despliegue de folclor y
colorido de la Guelaguetza, la fiesta más importante del estado de
Oaxaca, aunque ninguna es tan emotiva como la que relata teatralmente la
historia de la princesa indígena Donají y su amor incondicional por el
pueblo zapoteco, el cual finalmente la llevó al sacrificio.
Cuenta la tradición que antes de la llegada de los españoles, cuando
Oaxaca se encontraba dominada por un grupo de nobles indígenas
pertenecientes a las culturas zapoteca y mixteca, el rey Cocijoeza,
soberano de la ciudad de Zaachila, tuvo una hija a la que se le otorgó
el nombre de Donají, que quiere decir “Alma grande”.
El trazado cosmogónico del destino de la princesa fue encargado al
sacerdote Tiboot de Mitla, quien vaticinó una gran desgracia para la
pequeña, ya que ella se sacrificaría algún día por amor a su pueblo.
Después de que mixtecos y zapotecos enfrentaron juntos a los mexicas que
trataron de conquistar la región de Oaxaca para anexarla a su imperio,
una serie de eventos sembraron la discordia entre los dos pueblos,
provocando su distanciamiento y al mismo tiempo el inicio de violentas
disputas entre ambos.
En medio de tales enfrentamientos, un guerrero mixteco fue hecho
prisionero por los zapotecas, y puesto a disposición del rey. Durante su
estancia, la princesa Donají descubrió al cautivo, de nombre Nucano,
quien a la sazón era un príncipe, enamorándose de él y cuidándolo hasta
que se hubo recobrado por completo, momento en el que pidió a Donají su
libertad para continuar en la lucha.
Liberado por la princesa, Nucano alentó a su pueblo a terminar con la
guerra, mientras Donají hacía lo mismo con su padre. Ambos pueblos
pactaron la paz, aunque el recelo de los mixtecas les hizo solicitar que
Donají se convirtiera en prenda de paz para garantizar la promesa del
rey, ya que de lo contrario sería sacrificada.
Anteponiendo el amor a su pueblo antes que su propia vida, la princesa
dio aviso a los guerreros zapotecas de que sus carceleros se
encontrarían al anochecer en Monte Alban, lugar donde fueron
sorprendidos y diezmados por la gente de Cocijoeza.
Descubierto el plan de Donají, los mixtecas decidieron vengarse del rey
sacrificando a la princesa cerca del río Atoyac, lugar donde fue
sepultada. Se dice que al momento de encontrarse su cadáver, este no
presentaba rastros de putrefacción, y que de su cabeza había nacido un
lirio silvestre que de inmediato se convirtió en símbolo del pueblo
zapoteco.
El príncipe Nucano, convertido en gobernador de la gente de Donají,
dedicó el resto de sus días a velar por el pueblo de su amada hasta su
muerte, cuando finalmente fue enterrado en la iglesia de Cuilapan de
Guerrero, donde también había sido sepultada Donají.
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