la mina encantada (Sonora)
Por: Alejandra Platt
Una leyenda, de la que se habla ya desde
1850 en una obra del historiador José I. Velazco, menciona que entre
Guaymas y Hermosillo, en la sierra de La Palma “...se habla de una mina
de la que se dice ser muy rica en oro y que se llama Tarasca...”
Dice la tradición que en 1580 los españoles, en su avance
expedicionario por las tierras del norte, atacaron a los pueblos yaquis
con el propósito de someterlos. Desconociendo los soldados hispanos el
orgullo y la bravura de estos indios, les declararon la guerra,
trabándose un feroz combate que terminó en derrota para los invasores,
quienes se vieron forzados a huir. Sin embargo, dos soldados -hermanos
entre sí- se desligaron de la tropa y se dirigieron hacia el norte. Así
fue como llegaron a la sierra de La Palma, cerca de Guaymas, y
prosiguieron al norte por esta mañana, evitando a los feroces seris. En
su camino se toparon con los pimas, con los cuales entraron en
confianza y los instruyeron en cosas desconocidas para ellos, hasta que
fueron admitidos. Se supone que estos pimas trabajaban una mina de
oro, conocida hoy como La Pima, situada en un profundo cañón. Pero los
españoles, en sus andanzas por aquellos lugares, descubrieron La Tarasca
al explorar la veta hacia el sur, ya fuera del cañón. A estos hermanos
se debe el nombre de “La Tarasca”.
Una leyenda, de la que se habla ya desde 1850 en una obra del
historiador José I. Velazco, menciona que entre Guaymas y Hermosillo, en
la sierra de La Palma “...se habla de una mina de la que se dice ser
muy rica en oro y que se llama Tarasca...”
Por otra parte, en el libroLa maravillosa Tarasca y el prodigioso
tesoro de Tayopa, editado por el Gobierno del Estado de Sonora, del
escritor Alfonso López Riesgo, se puede leer:
Guiándome por un documento de los yaquis me dirigí al rancho La
Palma, situado a 48 km al sur de Hermosillo por la carretera
internacional.
De aquí tomé un camino al suroeste y a unos cuantos kilómetros
enfilamos al sur, dejando La Pintada a mi derecha. Después de algo así
como 12 o 15 km hice un alto en virtud de que una cerca me impidió
continuar. Dejé el vehículo y proseguí a pie con la intención de
localizar dos cerritos, en uno de los cuales presumiblemente se
encuentra la veta.
Arribé a un valle, con rumbo al este alcancé a ver dos prominencias
que parecían responder a mis requerimientos, no era ese el lugar pero de
todas maneras hice un descubrimiento: topé con unos cerros cortados
verticalmente. En las proximidades encontré algunos pedernales de piedra
ónix que los antiguos usaban en sus flechas. Al llegar al reliz
observé una preciosa tinaja de agua a la que llegué por un estrecho
corredor de tres metros de ancho, formado por el propio cerro. Es
posible que su nombre sea el de La Tinaja del Carmen, mencionada en
algunos “derroteros” de La Tarasca. A juzgar por los pedernales que
encontramos, los indios visitaban este aguaje y merodeaban esa área de
la región.
A mi regreso tomé otro sendero dispuesto a terminar con la
exploración por ese día, pero al transitar por un camino pedregoso, en
el plano, topé con un arroyo con vestigios de que en épocas pasadas era
más caudaloso y que en sus riberas hubo un campamento indígena. Vi
manos de metate, piedras para machacar y otros artículos por el estilo.
Analizando con cuidado, llegué a la conclusión de que se trataba de un
campamento de indios pimas y que no podía ser otro que el mencionado
por la leyenda. Luego del descubrimiento, y atenido al documento
indígena, escruté el sur con los binoculares con la feliz circunstancia
de que, a lo lejos, observé un “cañón fragoso”·, como lo describe el
referido documento. En ese cañón se encuentra La Pima, mina de la que
habló el Chapo Coyote, indio yaqui. Y más allá, al salir del cañón,
está La Tarasca. Con este hallazgo di por terminadas mis
investigaciones respecto a la famosa mina, sabiendo que nada quedaba
por hacer.
El Chapo Coyote, por allá de 1954, platicaba que: “cuando nosotros
estábamos alzados íbamos a una mina cada tanto tiempo para sacar oro y
comprar armas y parque. A unos nos tocaba vigilar arriba de los cerros y
otros bajaban para sacarlo”. Asimismo, indicó que la mina estaba
situada en un “cañón muy fragoso” por el rumbo de La Pintada. “Ve al
aguaje de La Pintada y fíjate muy bien en las ramas. Vas a ver algunas
que están trozadas aunque hayan vuelto a brotar. Es que nosotros
teníamos una vereda donde bajábamos al agua. Síguela hasta llegar a lo
más alto de la sierra. Volteas al otro lado y sigues caminando tratando
de mirar un cañón hondo. Ya metido en el terreno lo tienes que
encontrar. Cuando así sea lo sigues, tienes que caminar rumbo al sur
como si fueras para Guaymas. Vete fijando arriba y donde veas dos
relices juntos párate y fíjate abajo. Tienes que ver una piedra muy
grande. Dale vuelta y vas a ver, buscando, la boca de una mina. No creas
que es fácil porque el cañón es muy enredoso pero, si haces lo que te
digo, vas a dar con ella”.
El 10 de septiembre de 1998 pude entrevistar al señor Alfonso López
Riesgo, autor del mencionado libro, donde vienen innumerables cuentos e
historias sobre minas y tesoros escondidos. Llegamos a su casa y nos
sentamos a platicar con él, saboreando un delicioso café de talega
típico de la región. Lo primero que le pregunté fue si era cierta la
leyenda de la mina La Tarasca. Inmediatamente me respondió: “¡Por
supuesto que sí! Tengo años localizando esta impresionante veta y he
descubierto que no es una sola mina sino que son muchos kilómetros de
veta. Aproximadamente a 20 km de Guaymas hacen erupción unas rocas con
matices rojizos, donde se inicia la veta de La Tarasca. Estos tonos se
prolongan hacia el sur hasta perderse gradualmente, y reaparecen hacia
el este, donde chocan con unas estribaciones que vienen de esta misma
dirección, vuelven a desaparecer, y aparecen de nuevo en La Colorada,
mina que fue explotada en el siglo pasado. De La Colorada la veta toma
el rumbo hacia San Miguel de Horcasitas, o sea hacia el norte, y se
pueden ver partes en las que se manifiesta el oro libre, puro y rico.
“En el cerro de La Labor, en una ocasión, me tocó viajar con uno de
mis yernos, y nos fijamos en una chuparrosa petrificada en un árbol.
Cuando me acerqué a ella, por curiosidad, me di cuenta de que en esa
área existía el color rojizo de las rocas vistas con anterioridad.
Estaba claro que ahí había oro; tomé unas muestras para revisarlas y,
efectivamente, el resultado fue positivo. Según mis cálculos esta veta
pertenece a la de La Tarasca, y mide un pie y medio.
“En el cerro de El Carrizo, enfrente de San Miguel, donde también
estuve, sigue la veta de La Tarasca. En una ocasión se raspó el cerro y
se descubrió roca rojiza, sólo que la veta se vuelve a enterrar hacia
el norte. Allí descubrí un placer (placer es la veta de oro, libre de
impurezas), e hice un denuncio por 100 hectáreas, que algún día
explotaré.
“En todas estas partes han descubierto muchas minas de oro; una de
ellas es La Sultana donde estoy seguro acaba la veta de La Tarasca. Esta
veta tiene un largo recorrido, desde Guaymas hasta San Miguel de
Horcasitas. Todo esto que te platico han sido más de veinte años de
viajar por todos estos rumbos, pero te puedo asegurar que esta mina no
es una leyenda, es algo muy pero muy real”.
Para mayor ilustración he tomado la siguiente información, consignada
en el libroMéxico y sus Progresos, editado alrededor del año 1908.
Del Distrito de Hermosillo, Minas Prietas es sin duda el mineral más
grandioso, y así lo comprueba la alta importancia que en distintas
épocas ha tenido.
Su historia alcanza edades muy remotas, pues tiene contacto con las
lejanas etapas virreinales, en la que señala el descubrimiento de estas
soberbias riquezas.
Perdidas en las medias de un misterioso pasado, se encuentra una mina
maravillosa que ha llegado hasta nuestros días con el nombre de “La
Tarasca”, de las épocas ancianas y añejas crónicas se dice que era
buriosamente rica.
Siguiendo todos estos escritos acerca de la famosa mina, visité el
rancho de La Palma y sus alrededores, y así pude ver todo lo que
describió Alfonso López Riesgo. Sólo que dar con La Tarasca fue algo
difícil.
Visité también la mina Ubardo, ya en ruinas. Siguiendo la información
de López Riesgo sobre la veta de oro, me topé con Orencio Balderrama,
minero por muchos años, quien conoce toda la región; él me condujo a
San José de Moradillas donde, según se dice, sigue la veta; pero esta
mina es de grafito (mineral que sólo se encuentra en el estado de
Sonora), y es precisamente en esa área donde se han localizado trazos
de La Tarasca y descubierto pepitas de oro.
En el hoy abandonado pueblo de Moradillas había, en su época de auge,
escuela, hospital, casas de los dueños de la mina, casas de los
trabajadores y un camino muy bueno.
Para llegar a este lugar hay que salir de Hermosillo por la carretera
que va a La Colorada, a 53 km, donde existe una enorme mina de oro,
explotada por una firma muy importante; seguimos 18 km más y nos
encontramos con el rancho El Aygame. Luego, hacia la derecha, recorremos
26 km de terracería y llegamos a este bonito pueblo con construcciones
al estilo norteamericano, sólo que en ruinas.
SI USTED VA A LA MINA TARASCA
Saliendo de Hermosillo por la carretera núm. 15 que va a Guaymas, al
llegar al poblado de La Palma de vuelta a la izquierda, con rumbo a El
Pilar. La mina de La Tarasca se encuentra cerca de la población de El
Pilar, aunque su veta va desde Guaymas hasta San Miguel de Horcasitas.
Fuente: México desconocido No. 267 / mayo 1999